viernes, 19 de agosto de 2011

Nunca dejar de ilusionarse

Es algo que he pensado un millar de veces y que de vez en cuando vuelve a mi cabeza. Caminas por la vida encontrándote con centenares de personas nuevas. Cada persona es un mundo y cada vida es el conjunto de una miríada de pequeños hilos que se entrelazan formando el gran tapiz que somos cada uno de nosotros. Cuando te vas haciendo mayor, cuando la vida te va mostrando hasta que punto puede ponerte a prueba y todo lo que puede regalarte adquieres una visión más amplia de todos los tapices que encuentras a tu paso. Enseguida comprendes la actitud que cada uno presenta ante la vida y puedes distinguir entre quien acoge la vida con los brazos abiertos y quien no está dispuesto a sorprenderse por nada ni a poner su alma en vivir.

Cuando llega el final de una vida te paras a pensar en lo que fuiste y en lo que te has convertido. Y no me refiero al final de toda la vida sino a esos años en los que empiezas a hacer balance de lo vivido y sopesas cuanto has perdido y cuanto ganado. Seria triste llegar al final y darte cuenta de que no queda nada de aquel joven que era capaz de soñar con los ojos abiertos, de emocionarse con un abrazo de sus amigos, de sentir como una melodía mágica recorría su cuerpo, de poner toda su alma y su corazón en lograr el sueño que desde pequeño le llenaba a pesar de que todo el mundo le dijera que era inútil que no debía esforzarse.

No quiero llegar a viejo y sentarme en una silla, impasible, incapaz de emocionarme por nada. No quiero que la vida me supere, por mucho que se me haga cuesta arriba, por mucho que haya que luchar, me esforzaré por no desilusionarme nunca. Me esforzaré por vivir cada día de mi vida como si fuera único y nuevo no importa todo lo que ya haya vivido y lo que haya sentido hasta el momento. Cuando muera lo haré aprendiendo y si tengo que elegir un legado que dejar a los que se quedan en este mundo cuando yo haya trascendido quiero que mi legado sea la ilusión por vivir. Prefiero morir pobre y feliz a acabar mis días rico y amargado. Moriré sabiendo que aún pueden rodar por mis mejillas lágrimas de emoción, que aún hay cosas que hacen que mi corazón lata más rápido. Moriré sabiendo que he puesto mi alma entera en todo lo que hago e intento, en cada trabajo, cada experiencia, cada amor. Puede que esto acabe siendo agotador y que me lleve a más dolor que si me resignara a simplemente pasar por la vida sin buscar complicaciones, pero no podría vivir de ninguna otra manera.

Cuando sea mayor volveré a escuchar música y no me quedaré sentado en una silla. Utilizaré hasta la última de mis fuerzas para ponerme en pie y seguir saltando. Si pierdo la ilusión mi vida terminará mucho antes de que muera.