lunes, 16 de abril de 2012

De la cinefilia y otras enfermedades del saber

Muy interesante esta presentación que hace Jesús Palacios en su libro. Para que más de uno reflexione. 


[...] Así, en los últimos años hablar de cine se ha convertido en algo tan habitual como respirar. Todo el mundo comenta y critica los estrenos del momento, y se pasa revista constantemente a la historia del cine, a cuáles son las mejores y peores películas, los mejores actores y actrices a si el cine español es mejor o peor que el de Hollywood, a si hay que colorear o no el cine en blanco y negro, etc. Pero ¿cuánto sabemos realmente de cine? ¿Y cuánto hay que saber para hablar con soltura y conocimiento de verdad?  Naturalmente, todo el mundo tiene derecho a ser crítico de cine a su manera. Pero en un tema tan amplio y particular al tiempo es fácil meter la pata, y siempre hay un listillo que sabe más. Un cinéfilo. Alguien que ha visto todos los programas de Garci en la tele. Que lee tres revistas de cine al mes. Que paga entradas en los festivales. Y va a ver todos los estrenos de la semana...Ahí, el simple espectador que pretende defender una opinión, está perdido. Porque el cinéfilo sabe mucho más y, sobre todo, parece saber mucho más de lo que sabe.

El cinéfilo solo sabe, casi siempre, de cine, y por eso sabe más que nadie. Incluyéndonos a ti y a mí. Su amor por el cine le aísla de la vida y de los demás campos de la cultura, pero le da igual, porque en el momento en que tú digas que tal película es un muermo él se te echará encima aplastándote con ese genial travelling,aquel maravilloso "plano-secuencia" o con la lista de películas del director que ganaron en Venecia o en Karlovy Vary... y a ver que le contestas. Para mí la cinefilia tiene un cierto aroma a enfermedad y por eso me gusta más el término cinefagia. Lo de "filia" posee un matiz algo maniático y procaz, casi venéreo sin paliativos. En cambio, lo de "fagia" nos remite a una de las actividades más placenteras de la vida: el comer. Comer, devorar, saborear el cine sazonándolo a nuestro placer, buscando el menú indicado para cada momento, e incluso haciendo nuestros propios platos combinados, a gusto del consumidor.. El cinéfilo, que ama el cine, no tiene tiempo para otros amores.El cinéfago, que lo devora, lo hace al tiempo que se alimenta. 
Y luego aparece el cinemaníaco, mezcla de ambos, que intenta devorar el cine sin poder digerirlo. Tampoco es una buena alternativa. Extremos que se tocan, el cinemaníaco ve todo el cine que puede y más sin criterio, mientras que el cinéfilo antepone sus criterios a todo el cine que ve, pero ambos ven el cine como un mundo aparte, limitado, que les separa del resto de la vida y de los seres humanos. Entre tanto, el cinéfago se alimenta de todo el cine,y mientras lo digiere y deglute, le saca el máximo provecho, paladeando cada guiso en su justa medida, cada sabor cuando lo desea y cada plato en su momento.

Pero, no nos engañemos, quien tiene prestigio en este mundillo es el cinéfilo, precisamente porque su enfermedad le lleva a obsesionarse completamente con todos los detalles de esta. Porque acumula un saber enciclopédico y porque, lo último pero no menos importante, utiliza un lenguaje especializado que nadie más, que no se encuentre entre los contagiados, entiende. Por eso, el simple espectador que opina en una tertulia, en su trabajo o en el bar, y se encuentra frente a un cinéfilo, está perdido.

[..] 

(El) cinéfago es la pesadilla del cinéfilo, porque sabe tanto como el de cine, pero además lo disfruta, a la vez que el resto de las cosas de la vida, y lo disfruta elaborando sus propios menús, con conocimiento, pero sin prejuicios ni tópicos.


                                                                          Jesús Palacios, Qué debes saber para parecer un cinéfilo.