jueves, 28 de julio de 2011

...at the Iron Hill


Desolación, muerte, terror y caos. Todo esto trajo el Señor Oscuro a Arda. Beleriand ardía en llamas y los noldor yacían muertos en el campo de batalla. La Llama Súbita se los había llevado.

Era hora de que el más grande rey de los noldor tomara parte en la contienda. Más valeroso que ninguno de los primeros nacidos, más resplandeciente que un Valar y desatando la furia de mil tormentas, Fingolfin, hijo de Finwë, Alto Rey de los noldor, cabalgaba con furia hacia las mismísimas puertas de Angband.
El sonido de su cuerno atemorizó a todas las oscuras criaturas de Melkor y con furia el Señor de los noldor golpeó las puertas de la fortaleza oscura. Le habló directamente a él, al enemigo oscuro. Señor de esclavos, le dijo, enfréntate a mí, cobarde!
Y Morgoth, el mal en persona, acudió a su llamada. Blandía su martillo Grond con furia, y su orgullo no tenía límite. Pero sus ojos revelaban que por primera vez él, el más poderoso de entre los Ainur, tenía miedo. Miedo de que un ser tan pequeño como aquel noldor pudiera resplandecer como la mismisima luz de los Árboles. Morgoth temía a Fingolfin pero el Señor de los noldor no temía mirar a los ojos del Señor Oscuro.


martes, 12 de julio de 2011

Al fin la paz (Ortigueira 2011)

No existen palabras para describir como me sentí en el momento en que me encontré solo, sentado en mi habitación y mi mirada se clavó en ninguna parte. Dentro de mí algo se encontraba inquieto y esa sensación se mantiene todavía, espero no perderla nunca. Me paré a pensar que podía ser aquello tan fuerte que golpeaba mi pecho desde dentro, que me llamaba a gritos y me hacía sentir como si de mi espalda fueran a brotar un par de alas que me permitirían alcanzar las nubes.

Es increíble como cinco días pudieron suponer un cambio tan trascendental en mi vida y aun más increíble es como estoy notando ese cambio. Pero si me paro a pensarlo tiene sentido que esta experiencia me haya cambiado tan profundamente.

Aún ahora puedo cerrar los ojos y ver esos atardeceres mágicos, notar como la luna y las luces se reflejan sobre las oscuras aguas del mar mientras sostengo una mano amiga que me recuerda que nunca estoy solo. Viajo con cuaro almas afines por los parajes más místicos de la tierra de la que vivo enamorado maravillándome con el fulgor del verde de los pinos o con el aroma que el agua salada deja en mi nariz. El tacto de la arena nunca me había parecido más suave y las nubes grises del cielo jamás me habían sonreído con tanta complicidad. La música nunca me había parecido más perfecta y nunca antes me había sentido más orgulloso de mis orígenes. Jamás tantas lágrimas de felicidad habían rodado por mis mejillas y jamás en la soledad me había sentido tan querido y acompañado.

Fluyo por la vida como si nada tuviera la importancia suficiente como para despertarme de este ensueño que he vivido. Pero llegar a casa siempre es volver a la realidad, a la vida diaria y reemprender el camino de vivir. Un camino que sigue siendo el mismo de siempre, con las mismas alegrías y problemas Pero ahora el diferente soy yo. En cuanto me miré al espejo, con esa sensación de euforia que agita mi alma, me di cuenta de lo que había cambiado en mí. Ahora  soy más sabio, más libre, más simple y a la vez más complejo. Mi reflejo me sonrió desde el espejo con simpatía. Estaba en paz conmigo mismo.

Encontré al fin lo que durante casi toda mi vida busqué sin cesar. Ahora puedo decir que encontré la perfecta combinación de belleza, libertad y paz. Creo que me he topado de frente con la Vida y le he sonreído con autentica felicidad.


lunes, 4 de julio de 2011

[...]

Mientras el humo se disipa lentamente a mi alrrededor, envolviendome en una fina nube, entorno los ojos para verle mejor. Sus labios se mueven y sus ojos se comunican con los mios. Escucho lo que dice y atiendo a lo que me está contando pero no son las palabras o los gestos los que me hablan.

Mientras habla de si mismo y mientras trata de comprenderme a mí puedo ver como una luz fuerte e intensa me llama desde su interior.

En ese momento entendí que no solo estamos hablando nosotros. Nuestras almas también lo hacen.