lunes, 4 de julio de 2011

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Mientras el humo se disipa lentamente a mi alrrededor, envolviendome en una fina nube, entorno los ojos para verle mejor. Sus labios se mueven y sus ojos se comunican con los mios. Escucho lo que dice y atiendo a lo que me está contando pero no son las palabras o los gestos los que me hablan.

Mientras habla de si mismo y mientras trata de comprenderme a mí puedo ver como una luz fuerte e intensa me llama desde su interior.

En ese momento entendí que no solo estamos hablando nosotros. Nuestras almas también lo hacen.


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