No existen palabras para describir como me sentí en el momento en que me encontré solo, sentado en mi habitación y mi mirada se clavó en ninguna parte. Dentro de mí algo se encontraba inquieto y esa sensación se mantiene todavía, espero no perderla nunca. Me paré a pensar que podía ser aquello tan fuerte que golpeaba mi pecho desde dentro, que me llamaba a gritos y me hacía sentir como si de mi espalda fueran a brotar un par de alas que me permitirían alcanzar las nubes.
Es increíble como cinco días pudieron suponer un cambio tan trascendental en mi vida y aun más increíble es como estoy notando ese cambio. Pero si me paro a pensarlo tiene sentido que esta experiencia me haya cambiado tan profundamente.

Fluyo por la vida como si nada tuviera la importancia suficiente como para despertarme de este ensueño que he vivido. Pero llegar a casa siempre es volver a la realidad, a la vida diaria y reemprender el camino de vivir. Un camino que sigue siendo el mismo de siempre, con las mismas alegrías y problemas Pero ahora el diferente soy yo. En cuanto me miré al espejo, con esa sensación de euforia que agita mi alma, me di cuenta de lo que había cambiado en mí. Ahora soy más sabio, más libre, más simple y a la vez más complejo. Mi reflejo me sonrió desde el espejo con simpatía. Estaba en paz conmigo mismo.
Encontré al fin lo que durante casi toda mi vida busqué sin cesar. Ahora puedo decir que encontré la perfecta combinación de belleza, libertad y paz. Creo que me he topado de frente con la Vida y le he sonreído con autentica felicidad.
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