jueves, 28 de julio de 2011

...at the Iron Hill


Desolación, muerte, terror y caos. Todo esto trajo el Señor Oscuro a Arda. Beleriand ardía en llamas y los noldor yacían muertos en el campo de batalla. La Llama Súbita se los había llevado.

Era hora de que el más grande rey de los noldor tomara parte en la contienda. Más valeroso que ninguno de los primeros nacidos, más resplandeciente que un Valar y desatando la furia de mil tormentas, Fingolfin, hijo de Finwë, Alto Rey de los noldor, cabalgaba con furia hacia las mismísimas puertas de Angband.
El sonido de su cuerno atemorizó a todas las oscuras criaturas de Melkor y con furia el Señor de los noldor golpeó las puertas de la fortaleza oscura. Le habló directamente a él, al enemigo oscuro. Señor de esclavos, le dijo, enfréntate a mí, cobarde!
Y Morgoth, el mal en persona, acudió a su llamada. Blandía su martillo Grond con furia, y su orgullo no tenía límite. Pero sus ojos revelaban que por primera vez él, el más poderoso de entre los Ainur, tenía miedo. Miedo de que un ser tan pequeño como aquel noldor pudiera resplandecer como la mismisima luz de los Árboles. Morgoth temía a Fingolfin pero el Señor de los noldor no temía mirar a los ojos del Señor Oscuro.


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