viernes, 6 de mayo de 2011

Felices 21 años

Y así, como de refilón, en medio de una vorágine de fiestas, viajes y las habituales comeduras de coco, llegaron los veintiún años a la vida de Enialis. No son una gran cantidad de años. De hecho si se piensa con claridad está todavía más cerca de ser el crio inconsciente que era unos años atrás que el viejo sabio y experimentado en el que se convertirá. Pero son veintiún años que me consta han sido vividos con plena intensidad, sin desaprovechar ningún momento para crecer, para enriquecerse, para aprender.

De esos veintiún años puedo hablar con pleno conocimiento de los últimos diez, los años que tuve la suerte de caminar a su lado. Bien es cierto que nuestras primeras historias se remontan a ciertos partidos de fútbol en cierta plaza de nuestra niñez, pero no hablaré ahora de lo muy destinados que estábamos a encontrarnos. En los diez años que compartimos el sendero de vivir las experiencias han sido tantas que escribirlas tomaría otros diez años, los momentos amargos han sido innumerables, las lagrimas vertidas infinitas y amargas y las sonrisas siempre lograron disipar cualquier nube que osara ponerse ante el brillante sol que iluminaba nuestro camino al andar. Por suerte todos los recuerdos de esta última década han quedado grabados a fuego en nuestro espíritu y si algo puede decirse de nosotros dos es que nos encanta mirar al pasado y rescatar los buenos momentos para reflexionar. Y curiosamente la reflexión siempre es la misma: “que felices fuimos”.
Pero lo más maravilloso es que tras pensar en lo vivido juntos habitualmente nuestras miradas se cruzan en un instante de silencio, nuestros ojos sonríen con esa magia que solo el alma es capaz de expresar y de inmediato, en silencio, pensamos: “y que felices somos ahora”.

Diez años de crecer juntos, de madurar, de experimentar la vida, de probar cosas nuevas, de viajar con la mente y con el cuerpo, de sentir hasta la última de las emociones que pueden ser sentidas, de desgarrarnos el alma una y otra vez poniendo hasta la última gota de nosotros mismos en vivir el día a día. Es abrumador mirar hacia atrás porque todos los momentos vividos y todas las emociones dejadas atrás se abalanzan súbitamente hacia nosotros. Aparecen momentos de angustia, de desesperación, algunos más recientes de lo que nos gustaría. También aparecen escenas alegres caminando hacia los sitios que frecuentábamos juntos al bajar de autobús del colegio, tardes y miles de noches con los mejores amigos que podríamos desear. Todo eso junto vive dentro de nosotros y el mirar atrás puede provocarnos cierto vértigo.

Pero de inmediato volvemos la vista al frente, al camino que aún nos queda por recorrer juntos. Es un camino incierto, nunca sabemos a dónde nos va a llevar pero ambos tenemos clara una cosa, se trata de un camino brillante y esperanzador, lleno de miles de cosas que aún nos quedan por vivir juntos. A lo lejos podemos intuir imágenes de lo que nos espera y todas ellas llenan nuestros corazones de emoción. Nos vemos caminando por una verde campiña de Irlanda, un poco más lejos desafiando al frio invernal en Finlandia y mucho más cerca compartiendo tardes en el sofá de una casa reflexionando como solo nosotros sabemos hacer acerca de la vida y los sentimientos.

Los veintiún años de Enialis no solo marcan una cifra, una fecha, marcan un nuevo comienzo, uno de los muchos que la vida nos ofrece. Y como siempre Enialis lo aprovechará para avanzar un paso más, para ser cada día mejor y para vivir la vida como solo él sabe hacer.

Y pensando en todo esto me doy cuenta de lo afortunado que soy de vivir a su lado tantísimas cosas buenas y malas, de compartir con él gran parte del camino de mi vida, de tenerle a mi lado cuando la desesperación no me deja avanzar y de poder ayudarle cuando él me necesita. A día de hoy se me hace imposible concebir a Enialis sin Celtar, pero aún se me hace más difícil que Celtar pueda existir sin Enialis.

Felices 21, hermano.


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